Fueron tus pies, aquellos que cargaban todo tu ser;
Fueron tus piernas, capaces de atraer miradas eternas;
Fueron tus caderas, las que bauticé un par de curvas redentoras y que escondían entre ellas aquel callejón sin salida, oscuro y a la vez iluminado, amargo y a la vez dulce, prohibido y a la vez mío;
Fue tu cintura, en la que me colgué noche a noche con locura;
Fue tu panza, tan perfecta como tu alma;
Fueron tus pechos, ni tan grandes ni tan pequeños;
Fueron tus hombros, lo primero que me diste y en los que lloré con ahogo.
Fue tu cuello, que al rozarlo añadía leña al fuego;
Fue tu boca, aquella que besé y me besó como loca;
Fue tu nariz, que no siendo perfecta respiraba mi mismo matiz;
Fueron tus ojos, aquellos que iniciaron nuestro embrollo;
Fueron tus orejas, los interruptores que encendían la hoguera;
Fue tu pelo enmarañado, los que se enredaban en mis dedos con agrado;
Fueron todos estos elementos, como estar en una sucursal del cielo...
Geisel Checo.-
4-Jun-2010