jueves, 14 de febrero de 2013

92 Lágrimas...

Juré que no lloraría, tal vez intentando recordar tu sonrisa y los hoyitos que ella provocaba en tus mejillas.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando que tu memoria quedó intacta y que por más lejos que yo estuviera intentabas hacer contacto conmigo el día de mi cumpleaños y por igual con cada hijo, cada nieto, cada biznieto.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando todas las charlas de la infancia de mi padre y de sus amores con mi madre.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando las tantas tazas de chocolate caliente y pan con mantequilla que nos preparaste en el E-23.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando los consejos que me diste mientras crecía y recordando las tantas veces que me decías que yo era un caballerito de fábrica.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando el día de mi graduación de la universidad que me dijiste que estudié para ser un buen ingeniero pero que no olvidara que lo importante era ser un hombre de bien.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando cuando te llevé un dinerito de mi primer salario y que no quisiste tomarlo alegando que eso era del sudor de mi frente.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando cuando compré mi primer vehículo que fui a enseñártelo y a que tuvieras los honores de ser la segunda mujer que él se sentara y me dijiste que si ya había montado a la novia y te dije que no, que la primera fue mi madre y me diste un espaldarazo por eso. Ese día me regalaste un Rosario Bendecido y te juro que siempre lo llevo conmigo a donde quiera que haya ido a vivir.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando el día que te presenté a Chiki y que le dijiste que todas las “aspirantes a Checo” tienen primero que sentirse parte de la familia y Chiki te dijo “Bendición Abuela” y reíste a carcajadas. Esa historia la repetiste el día de nuestra boda.

 
Seguiré recordando para no llorar y las 92 lágrimas derramadas en silencio quedarán…

 
Geisel Checo.-
Febrero 14, 2013