miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mi Gran Amor


Y apagando la luz de la lámpara, se acostó a mi lado.
-Ya no recordaba lo que sentía al acariciar tus cabellos, ovejito de lana - me dijo.
Yo estaba en cama y aislado por lo contagioso de mi enfermedad y aun así ella se acostaba a mi lado cada noche.
-Si quieres recortarte el pelo puedo ir donde tu barbero y pedirle que venga a casa – continuó.
-No quiero ver a nadie con esta enfermedad, deseo estar solo – contesté.
-Sanarás mi amor, todo estará bien cuando caiga la luna – siguió,
“Cuando caiga la luna”, ella siempre dice cosas así. Miré por la ventana, era imposible ver la luna, pero por lo resplandeciente que se veía el entorno entendí que había luna llena, siempre he admirado la luna y ella lo sabía. En la madrugada desperté incómodo del malestar y ya ella no estaba a mi lado, se habría ido a otra cama tan pronto me dormí; lloré.
La luna había caído, ya era de mañana y nada había mejorado. La casa estaba vacía pues las niñas se habían ido al colegio ya.
La llamé e inmediatamente vino a mi encuentro, con un libro de Agatha Christie en mano. Ella siempre estaba leyendo.
Ella es mi primer amor, ese amor que uno nunca olvida, ese amor tierno, ese amor que dura para toda la vida. Cuidaba de mi noche y día.
Esa mañana recuerdo que se sentó frente al escritorio de mi habitación a leer todo el día, como si presintiera que más tarde yo tendría complicaciones. Y así fue pues a la hora del periódico vespertino tuvo que solicitar a un vecino que nos llevara en su escarabajo azul a internarme ya que estaba deshidratado.
 
Sé que puedo escribir mil anécdotas más lindas de ella, pero preferí escribir sobre este día que mientras ella leía “El misterio de las siete esferas” yo solo la contemplaba intensamente y de esa forma sentía que respiraba el amor que de sus poros brotaban por mí. Te amo Mamá.

Geisel Checo.-
11-Dic-2013

jueves, 11 de julio de 2013

Vuelve y enfoca...

Picture: 123rf.com ©
 
Sentado en el balcón buscaba inspiración para escribir, su mente estaba en blanco hasta que un flashback le trajo de vuelta aquellos ojos miopes.
 
Con un par de tragos en la cabeza y en el corazón, no era buena idea pensar en ella, al fin y al cabo ella lo había rechazado.

-Te prefiero como amigo- maldita frase más estúpida. Semanas antes ya le había dicho que lo tomaran despacio y darle tiempo al tiempo. El tiempo no necesita tiempo, el tiempo necesita ser consumido, para eso lo inventaron.
 
Era tarde ya, ella estaba en su mente como neblina que cubre un paisaje, como sábana que arropa a alguien con frío. Ya no tenía otra opción que escribir sobre ella y de la última vez que estuvieron juntos y esto fue lo que escribió:
 
"Que rico fue abrazarte por detrás mientras manejabas la moto, la brisa jugaba con tu pelo enmarañado, mi brazo derecho alrededor de tu vientre, mi mano izquierda acariciando tu ombligo, el olor de tu piel canela en mi nariz, mi pecho en tu espalda, mis rodillas apretando tus muslos, tus gluteos entre mis piernas, la delicia de la comisura de tu boca al sonreír tiernamente, la mía pensando en besarte pero no era buena idea a 140 kph.
 
Me inspiraste ese día, imaginé calmaríamos con fresas el hambre, con vino la sed y con nosotros el deseo; te imaginé con los pantalones alrededor de tus tobillos, que cometeríamos locuras con los cuerpos fundidos en un solo abrazo largo.
 
La brisa en la moto había estropeado uno de tus lentes de contacto y tuvimos que detener el paseo, si tan solo supieras la de besos y caricias que te di en mi mente de seguro hubieses accedido a consumar el encuentro.
 
Ya de regreso le pediste a una amiga que te asistiera con el lente de contacto que estaba bajo tu párpado derecho, te juro que si me lo hubieses pedido a mi te habría besado por eso de tenerte ahí inmóvil, indefensa, sumisa, perfecta.
 
Sólo pude quedarme inmóvil, contemplarte, desearte y ver por primera vez aquellos ojos miopes al descubierto, desnudos, originales, hermosos.
 
Tal vez faltó una copa más de vino, tal vez faltó una caricia más alrededor de tu ombligo, tal vez debí besarte aún nos cayéramos, tal vez las fresas estuvieron de más, tal vez el helado satisfizo tus necesidades o tal vez tus ojos miopes comenzaron a verme borroso, distante, fuera de foco.
 
Sea lo que sea que haya faltado, faltará; pero no puedes negar que te gusto, que me encuentras interesante y que por momentos ocupo tu mente. Ponte los lentes , vuelve y enfoca."
 
Justo cuando iba a escribir que apelaría la sentencia, quedó dormido; era la 1:40am y llovía. Buenas noches ojos miopes...
 
Geisel Checo.-
11-Jul-2013

sábado, 6 de julio de 2013

Amores de Infancia

Art: Precious Moments ©

Así estaban, ella le invitaba a tomar una falsa limonada que había preparado en su juego de cocina, invitación que él aceptaba tirándose del columpio que iba a mediana velocidad ya que en tan solo cuatro minutos había estudiado la velocidad correcta que le permitiera continuar contemplándola sin perderse el ocasional encuentro de miradas. A sus nueve años ya era frío y calculador.

El era un niño muy tímido y ella parecía más despierta. No se conocían, solo coincidieron en el área de juegos de niños en un parque al aire libre. Tenían unos amiguitos en común y por tal razón lograron conocerse ese día.

Ella hablaba un mundo, se reía a carcajadas, bailaba y bebía de su limonada imaginaria; él solo la escuchaba, la contemplaba pero jamás bebía del jugo ya que era muy pulcro y tenía problemas con la falta de higiene. Resulta que en el colegio él ya tenía un amor platónico, no consumado por su timidez, pero ya era sabido por todos de la temprana ocupación de su corazón. Ella en cambio, a sus escasos siete años, era un alma libre.

El día terminó, ambos locamente enamorados, sí enamorados, como se enamoran los niños... ese tipo de atracción inexplicable para sus edades, pero no ajenos al verdadero deseo de sus corazoncitos. Ella recogía su juego de cocina y él hacía rato había cortado una flor para ella, pero por su timidez no se la entregó sino que se la envió con su amigo. Ella sonrió.

Ya para el estío comenzaron a tener encuentros más frecuentes gracias a sus amigos comunes, la ocasional piscina, el cumpleaños de ella, el pijama party y hasta la vez que se vieron en un centro comercial por pura casualidad. Llegó el día del cumpleaños de él sin saber que este sería el día de una estocada al corazón. Su madre había invitado a sus amiguitos para partirle un bizcocho en la casa. En dichas invitaciones la madre había incluído al amor platónico de su hijo y por igual a la niña nueva.

Este día de estar feliz, no lo estaba. Fingió molestia estomacal cada vez que sus padres le preguntaban que si algo andaba mal. A todas estas él solo tuvo ojos para su amor de colegio y no le hizo mucho caso a la amiga que ocupaba sus pensamientos últimamente quien se había enterado que su lindo amigo estaba enamorado de otra niña.

En el próximo encuentro ella, luego de tratarlo con real indiferencia, le entregó una carta en la que le expresaba su disgusto con él y de su falta de amiguismo para con ella aquel día y que era muy obvio que su favorita era la tal Sarah a quien incluso le sirvió una gaseosa.

Herido, destrozado y abatido nunca entendió el porqué el corazón tiene que equivocarse así, no entendió como puede un niño romántico, servicial, caballeroso y complaciente estar en tal estado de ambigüedad. Juró lealtad de por vida a un solo amor, cualquiera que fuere, pero ese solo.

También juró que el tema con esta niña no se quedaba así... le robaría un besito aún esto desencadenara en un bofetada. Claro, para un niño tímido como él, esto le ha tomado 25 años solamente... pero lo logrará...

Geisel Checo.-
06-Jul-2013

jueves, 14 de febrero de 2013

92 Lágrimas...

Juré que no lloraría, tal vez intentando recordar tu sonrisa y los hoyitos que ella provocaba en tus mejillas.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando que tu memoria quedó intacta y que por más lejos que yo estuviera intentabas hacer contacto conmigo el día de mi cumpleaños y por igual con cada hijo, cada nieto, cada biznieto.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando todas las charlas de la infancia de mi padre y de sus amores con mi madre.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando las tantas tazas de chocolate caliente y pan con mantequilla que nos preparaste en el E-23.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando los consejos que me diste mientras crecía y recordando las tantas veces que me decías que yo era un caballerito de fábrica.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando el día de mi graduación de la universidad que me dijiste que estudié para ser un buen ingeniero pero que no olvidara que lo importante era ser un hombre de bien.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando cuando te llevé un dinerito de mi primer salario y que no quisiste tomarlo alegando que eso era del sudor de mi frente.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando cuando compré mi primer vehículo que fui a enseñártelo y a que tuvieras los honores de ser la segunda mujer que él se sentara y me dijiste que si ya había montado a la novia y te dije que no, que la primera fue mi madre y me diste un espaldarazo por eso. Ese día me regalaste un Rosario Bendecido y te juro que siempre lo llevo conmigo a donde quiera que haya ido a vivir.

 
Juré que no lloraría, tal vez recordando el día que te presenté a Chiki y que le dijiste que todas las “aspirantes a Checo” tienen primero que sentirse parte de la familia y Chiki te dijo “Bendición Abuela” y reíste a carcajadas. Esa historia la repetiste el día de nuestra boda.

 
Seguiré recordando para no llorar y las 92 lágrimas derramadas en silencio quedarán…

 
Geisel Checo.-
Febrero 14, 2013