martes, 24 de marzo de 2009

El Faro de tu Extravío


Una vez fui un faro, testigo de miles de batallas perdidas en los océanos de la vida, incapaz de ver otra embarcación a la deriva. Por eso cuando divisé en el horizonte aquel hermoso velero, por momentos sentí la necesidad de darle la señal de anclar en mis aguas y otras tantas darle la señal contraria.

Navegaba a barlovento logrando el punto de equilibrio exacto, momento en que detenía mis lentes sobre su estructura dejando varada a otras embarcaciones. Era tan hermoso velero que al alzar sus velas hasta el tope del mástil cautivaba la mirada de todo ser que sobre la orilla del mar estuviera.

Aunque los modernos sistemas de navegación por satélite han restado importancia a los faros, siento que fallé como tal, pues los haces de luz que emití através de mis lentes no fueron claros.

De todos modos aquel hermoso velero nunca dió señales de querer anclar firme y hace tiempo que navegó los siete mares en busca de faros decididos y hoy se encuentra en costas Italianas para la contemplación de otros faros...

Geisel Checo.-
24-3-09

martes, 17 de marzo de 2009

El Día que Tumbé a una Bruja.


En aquella época me inventaba el frío para poder brindarle mi calor, aún sabiendo que era ella una bruja por excelencia, pero como canta un poeta: ♪ dime quién puede contra Cupido ♪...

Y cuando digo que era la bruja por excelencia es literalmente que lo digo. Tenía la malevolencia, la envidia, el sarcasmo, el gato negro, el arte de manipular, amante del lado oscuro, etc., etc., etc. Sólo le faltaba una pócima secreta, que por su condición de secreta no dudo que la tuviera.

Y encima de bruja era también mitómana pues desfiguraba la realidad a su conveniencia para sacarle partido a todo y a todos. Tenía por portero a un perfecto eunuco que la custodiaba a la entrada y la salida, cómplice de sus travesuras y que dicho sea de paso llegó a ser una de ellas.

Muchas veces se fue y otras tantas volvió alegando que no estaba enamorada y luego que sí, respectivamente. Toda vez que se iba la despedía sin sorpresa y con agrado pues sabía que iba a volver a mi lado. Excepto aquel día que al volver tomé una piedra y le tiré a matar. La pobre, calló desde lo alto con todo y escoba. Yo con mi frente en alto me dije que este será recordado como el día que tumbé a una bruja.

Ya en el piso entonces le entré a escobazos, le rompí su sombrero, le boté sus zapatos rojos y la despojé de su vestido negro.

Se que sobrevivió a mi atentado, lo malo de eso es que hoy debe andar de bruja por las calles todavía, por eso aún hoy cargo en mis bolsillos 2 ó 3 piedras por si acaso...
Geisel Checo.-
17-3-09