Estaba ya sentado en la mecedora sobre el balcón, con azuquita y galletas por un lado y un periódico vespertino por el otro. El silbido de la tetera anunciaba que el agua estaba lista y que ya era tiempo de incluir los ingredientes del té.
La sirvienta seleccionó cuidadosamente las hierbas y miró
el reloj para tomar el tiempo de infusión preciso, ya que para mí, el beber té
trasciende el acto en sí.
Los perfumes de las hierbas fueron inundando el lugar y
llegaron a mi olfato. Aquel olor se comenzó a mezclar con el de las flores que
colgaban de los maceteros y al igual que la canción del Tabaco y Chanel, esa
mezcla de olores me recordó el sabor de sus besos, y por supuesto, la silueta
de su cuerpo escultural.
Está listo el té señor - dijo María - aquí tiene.
Por enésima vez discúlpame María - le dije - deséchalo y hazme
ahora el té de olvidar…
Geisel Checo.-
16-May-2012
Geisel Checo.-
16-May-2012