Tres semanas antes
mientras entrelazaban sus dedos bajo la arena de la playa:
“me haces sentir paz;
tengo mucho tiempo que no me siento así”
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Con ansias esperaban aquel sábado
a que él regresara a la ciudad pues por razones de trabajo estaba viviendo al
norte, a unas cuatro horas en bus. Habían quedado de salir a cenar a un
restaurante, mas no era la primera cita pues ya él la había invitado a unos
vinos, quesos y embutidos, cosa que ella adoraba.
Esta otra vez fueron a otro lugar
similar pero de mucho más renombre y muy popular. Él la esperó unos escasos
minutos en la sala de su casa. Al verla salir su corazón latió con vehemencia al
ver lo radiante y despampanante que ella estaba. Irradiaba el lugar cual astro
con luz propia.
Y allí estaban, en una terraza
con el cielo estrellado como cubierta. Degustaban vinos, quesos y embutidos
finamente elegidos por él. Ambos se miraban entre sorbos pues habían convenido
mirarse a los ojos durante el primer sorbo luego del brindis. Ya había pasado
el primer sorbo, tal vez iban por la segunda botella pero aún seguían
mirándose. Esa noche también quedó institucionalizado chocar los cubiertos en
señal de desearse mutuamente un buen provecho.
Fue así como entre risas y
vivencias, vinos y quesos que se le antojó a ambos la idea de que podría
funcionar una relación más profunda. Ella lo sabía, él también pero no dijo
nada. Toda su vida se la ha pasado esperando señales antes de actuar.
Camino al vehículo, que estaba
estacionado muy apartado del lugar por la cantidad de gente que lo frecuenta,
la toma de la mano como aquel día tres semanas antes, que mientras caminaban
vieron una pareja de avanzada edad caminar de la mano también y quisieron ser
así por el resto de sus vidas. Ese caminar hacia el vehículo fue largo y fue el
preludio de un inicio hermoso.
El joven muy atento le abre y sostiene la puerta
para que ella entrara; cuando él se incorpora en el vehículo por la puerta del
otro costado ahí estaba ella con esa sonrisa de arquitectura inmejorable. Él le
sonríe y ella le pregunta que si estaba consciente de que al besarlo sería de
ella toda la vida. Él asintió preguntado con un “¿qué esperas?” y sus labios se
tocaron por primera vez. Supo a cielo, siempre y cuando el cielo tenga sabor a ella.Geisel Checo.-
16-Nov-2017