viernes, 1 de julio de 2016

Me aguardaba en la esquina de un parque

Ya otras veces habíamos tenido encuentros casuales por lo que conocía de antemano a la gloria que me atenía si una vez más pasaba por mi necio paladar.

Pero aquella próxima vez sabía que sería especial ya que cinco meses habían pasado desde la última vez que nos encontramos un domingo de estival camino a la playa y en donde desaté mi locura que culminó con uno de los dos devorado, siendo el otro yo.

Cinco meses parecieron años para mi lujuria y estaba claro que volver a poner mis manos sobre su suave cuerpo blanquecino terminaría degustando con ansias locas su entereza y quedaría así en migajas sobre la mal tramada barba que enmarca mi boca.

Me embarqué en un camino largo por una carretera planeando el encuentro, soñando despierto con poder desatar mi furia y darle rienda suelta a la pasión que en mi provoca.

El destino era el parque de un pueblo y el camino terminaba por llevarme allí. Finalmente estaba a escasos segundos de divisar en el panorama su belleza. Dejé el vehículo tan pronto como pude y caminé un par de metros o tal vez cientos, no recuerdo.

Llegué a la esquina acordada y ahí estaba aguardando por mí como si también tuviera las mismas ansias que yo. A la pregunta de "¿para comer aquí o para llevar?" tuve que responder que para llevar porque era inoportuno dejarme ver allí como un mendigo hambriento.

Así que en su perfecta envoltura me hizo compañía en el asiento del pasajero y con su mirada sentí como me decía que esperaba de mí un beso desenfrenado cuando nos encontramos ya que era muy improbable que alguien nos viese en ese lugar remoto.

No me pude contener y tuve que ceder al reclamo mientras me abalanzaba para asir su cuerpo y darle una saboreadita divina. Craso error de mi parte pues tuve que detener el vehículo a la derecha para así, escondidos y desenfrenados, envolvernos en una tarde apasionada.

Mi zopenco paladar se saciaba con cada mordisco, con cada bocado; tanto que llegué a desconocer si era mi boca que estaba hecha agua o si era miel que destilaba de su ánfora divino.

Uno no bastó y tuvimos que repetirlo de inmediato no sin antes echarme un vistazo en un espejo para así ver mi cara de locura y aplaudir la decisión de no haberle engullido en público porque sin lugar a dudas hablarían mal de mí.

Que encuentro más rico el que tuvimos aquel dulcito y yo, que con dos porciones menos emprendimos el camino de vuelta a casa, satisfecho yo de haber comido y el dulcito de cumplir su cometido y así quedé convencido de que en Baní se encuentran unos dulces exquisitos.

Nos volveremos a encontrar querido dulcito.

Geisel Checo.-
01-Jul-2016

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