No poseo los derechos del arte
Me embarqué en tu cama
de cuatro patas y cabezal maltrecho,
dispuesto a navegar
por tu mar de despecho,
sin equipaje ni
tiquete me subí de prisa,
sin nada puesto
excepto media sonrisa.
Con falta de festejo que
me tenían en un transitar pausado,
me subí a tu cama con la
intención de disfrutar extasiado.
Y así fue aun con
melodramas que protagonizabas a estribor,
en tu afán de siempre controlar
la situación.
No voy a negar que has
patentado una forma de turismo,
que tiene en expectativa
a todos los chicos.
Allí a todos les
ofreces más que diversión,
en una aventura de
adrenalina al borde del colchón.
A mitad de viaje ya me
sentía más a gusto,
sin olvidar que debía
mantenerme oculto.
Los otros pasajeros de
saberme escondido allí,
seguro se molestaban
por no pertenecer en ti.
Pero descuida, sigilosamente
me movía entre sábanas
con la intención de que no me vieran utilizando sus almohadas.
Tanto así que creí
toparme con uno en acción,
pero calladito me hice
pasar por tripulación.
Y si te cuento que a
la hora de dormir era toda una odisea,
ya que yo prefería permanecer en cautela.
Me volteaba a verte en
tu sueño profundo,
tal como estuve en ti hacía
tan solo segundos.
Y sí que te mueres cuando
estás agotada,
cualquiera pensaría que de
amar no sabes nada.
Pero de esas cosas sí
que sabes un montón,
entre tantos marineros como
capitana en función.
Me ponías la sangre al
galope por las venas,
cada vez que en la
cubierta terminaba la cena.
Es que de noche ya sabía lo que
iba a pasar,
tus gemidos de amor los
iban a todos despertar.
Tu barca llegó a puerto
seguro,
de allí descendí con
algo de apuro.
Al final del viaje no
me quise despedir,
a este polizón le había
llegado la hora de huir.
A otras tierras el aventón
te agradezco,
por las aguas de tu cama
navegamos perfectos.
Lo que no pasará es
que haga el viaje de vuelta,
con tantos amantes
tienes la vida deshecha.
Geisel Checo.-
13•Ago•2020